Haruki Murakami, reciente ganador del Princesa de Asturias de las Letras, sigue obsesionado, al igual que el ser humano, en ser capaz de encontrar la belleza, aquello capaz de producir en las personas un placer sensorial que sea capaz de justificar toda una existencia.
Pero lejos de buscarla en mastodónticas obras arquitectónicas o en complejos e indescifrables cuadros, cree fervientemente que se encuentra en prácticamente todo lo que nos rodea. Algo similar a lo que sentía Marcel Duchamp, capaz de ser reconocido, principalmente, por un ‘simple inodoro’; o el vecino de ‘American beauty’, obsesionado en grabar todo, incluida la pieza culmen de sus cintas, una bolsa de basura que danza en un viento de tormenta como una fina bailarina de ballet.
Los elementos en la obra de Murakami
Pero los elementos en los que se basa el autor de ‘Tokio Blues’, ‘1Q84’ O ‘Kafka en la orilla’, entre otros, son bien distintos, aunque reconocidos por los neófitos o incluso completos desconocedores de su obra: gatos, la música jazz, la soledad, la deshumanización de las grandes urbes, la eterna melancolía o la comida sencilla. Todos ellos fáciles de encontrar en el día a día de casi cualquier ser humano y que, a su vez, se mezclan con otros tantos.
#ÚLTIMAHORA: Haruki Murakami ha sido galardonado con el Premio Princesa de Asturias de las Letras 2023.#PremiosPrincesadeAsturias@harukimurakami_ pic.twitter.com/5ZKAlJUF14
— Premios Princesa de Asturias (@fpa) May 24, 2023
Elementos sencillos que danzan entre las páginas de sus libros y que tejen obras livianas, de lectura sencilla, pero que desentrañan un crisol de emociones y realidades. Una curiosa combinación, sencilla de explicar si nos fijamos por un instante en el escritor, que ha sido noticia en los últimos días por acudir a Asturias a la recogida del distinguido galardón, al igual que Meryl Streep, premiada por su carrera cinematográfica.
El escritor asiático se presentaba en la ciudad española con aires aparentemente despistados, casi perdido ante una popularidad que ni él mismo entiende. Aunque la realidad es bien distinta, Murakami no está despistado ni perdido, sino obsesionado, maravillado por lo que orbita en torno a él, tratando de encontrar la belleza en cada rincón, en cada situación, en cada conversación y en cada objeto que le rodea.
Si bien entre la argumentación que ha fallado en favor del galardonado reza su dedicación por trasladar la cultura japonesa a occidente, debería haberse añadido su empeño por trasladar la belleza de lo sencillo a todo el mundo, la obsesión de revelar la belleza a nuestro alrededor.