Buscando en Netflix una serie antológica con capítulos cortos y que no me complicara mucho la vida me topé con La cantina de medianoche. Una serie basada en el manga homónimo de Yarō Abe, dirigida por Joji Matsuoka y protagonizada por un reparto coral que encabeza como nexo de unión con el resto de personajes Kaoru Kobayashi como Maestro, el dueño de la cantina. Y lo cierto es que la serie me ha parecido una joyita escondida que merece la pena ver si te gustan las historias humanas y te llama la atención la cultura japonesa.
Sinopsis de ‘La cantina de medianoche’
La cantina de medianoche es un drama gastronómico que narra las historias de los clientes que acuden a un pequeño restaurante que solo abre desde medianoche hasta las siete de la mañana en el barrio de Shinjuku en Tokio. El dueño y cocinero de la cantina, al que todos conocen como Maestro, les prepara platos caseros con los que les ayuda a resolver sus problemas o les traen recuerdos de su pasado.
Análisis
La cantina de medianoche es una serie emotiva y muy disfrutable por muchos aspectos. Por un lado destacan los personajes que cada noche acuden a la cantina buscando algo más que comida, suelen ser personas complejas y creíbles con los que se empatiza fácilmente. Cada uno de los episodios se centra en uno o varios clientes, de los que iremos conociendo sus historias personales, sus conflictos, sus sueños y sus frustraciones a través de las conversaciones con el Maestro y los demás comensales de la pequeña cantina. Todas son historias que tienen un toque de realismo y humanidad que las hace conmovedoras.
Una de las protagonistas indiscutibles de la serie es la comida, que actúa como un catalizador de las emociones, los recuerdos y las relaciones de los personajes. Cada plato que el Maestro cocina tiene un significado para el cliente que se lo pide, bien sea porque le recuerda su infancia, a su familia, a la persona que ama, y en muchas ocasiones a algún momento feliz o también trágico de su vida.
Aunque en la carta del restaurante solo hay sopa de miso y poco más, el Maestro prepara cualquier plato siempre y cuando tenga todos los ingredientes y de esta forma, cada receta, por su sabor, su aspecto e incluso por su nombre, también sirve para expresar la personalidad, el estado de ánimo o el pasado de los personajes. Y de esta forma también consigue mostrarnos la diversidad y la riqueza de la gastronomía japonesa que, por supuesto, va más allá del sushi o el ramen.
Otro de los aspectos destacables de La cantina de medianoche es la forma en que retrata la amistad, el amor y la soledad en la noche de la gran ciudad. Cada uno de los personajes que acuden allí con personas solitarias, marginadas por la sociedad o cargadas de problemas o complejos que buscan un lugar donde ser ellos mismos, ser escuchados y donde sentirse parte de una comunidad. El pequeño restaurante es para ellos como un oasis en medio de la frialdad y el caos de Tokio y el Maestro, con su presencia tranquilizadora y carismática, es un anfitrión que sabe escuchar y dar consejos sin juzgar. Entre ellos se establecen vínculos de amistad, solidaridad e incluso amor que les ayudan a superar sus problemas o a aceptarse tal y como son.
Si hablamos del estilo visual y narrativo de la serie, este es otro de sus puntos fuertes. Con su estética sencilla pero cuidada, con una iluminación tenue, una música suave y una paleta de colores cálidos que evocan el calor hogareño, se adapta perfectamente al tono intimista y emotivo del argumento de la serie. Cada episodio es una historia diferente, contada con un ritmo pausado que respeta los silencios, los gestos y las miradas de sus protagonistas.
Recomendación
La cantina de medianoche es una serie muy recomendable para los amantes de las historias humanas y para los que siente curiosidad por la cultura y la gastronomía japonesa. Es una serie que, a través de cada una de las historias que narra y de los sencillos platos que se preparan, invita a reflexionar sobre la vida, el amor, la amistad y la búsqueda de la felicidad. Es una serie que te deja con un buen sabor de boca y calorcito en el corazón y te hace sentir como si estuvieras sentada en alguno de los taburetes de la cantina junto al Maestro y los demás clientes, compartiendo con ellos sus alegrías y sus penas.